MADERA MUERTA
(1997-2020)
César Eduardo Galarza
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Mándame a tus
tierras vacías,
por las que van
los vientos anchos,
donde se alzan
grandes conventos
como muros en
torno de la vida
no vivida. Seré
allí peregrino,
sin separarme por
ningún engaño
de sus voces y
formas,
y tras de un
anciano ciego iré
por el camino que
nadie conoce.
Reiner María Rilke,
EL LIBRO DE HORAS
Y
la diosa me contestó: ¡Desgraciado! ¿Ni en el lamentable estado en
que te encuentras quieres prescindir de tus hazañas y aun
enfrentarte con los dioses, ya que el monstruo de que te hablo es
inhumano, invencible e inmortal, y contra él no significa nada el
valor humano?
Homero,
LA ODISEA, CANTO XII
De esa vieja
madera hice mi barca;
desnudo
contemplaba la llanura
los labios eran
sal, las manos yodo,
y no hubo ruido
semejante en su grandeza
al de las olas.
Francisco Tobar
García, LA LUZ LABRADA
Tiéndete
aquí a la orilla de tanta espuma,
de
tanta vida que se ignora y entrega:
tú
también perteneces a la noche.
Octavio
Paz
Esta boca que te
habla no es la mía.
Este rostro que
miro no es tuyo.
Ni esta risa es
tu risa. Y sin embargo
presente estoy,
aunque me sienta lejos.
David Ledesma
Vásquez, CUADERNO DE ORFEO
Este
mar que crearon los mortales
ya
no me pertenece.
Solo
aquel
que
cubrirá mi aliento.
Ángel
Emilio Hidalgo, EL TRAZADO DEL TIEMPO
No hay nada,
ni caminos ni
casas ni faroles
Sólo el
crepúsculo
que busca tu vida
Gunvor Hofmo
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POESÍA
No existe oración
que te salvaguarde.
Tu saber
es dirigir esta
gramática,
conjugar la
ansiedad,
verbalizar este
deseo.
Cada verso
que intenta poseerte
extingue los
códigos.
No hay lenguaje.
Incierta es la
región
cifrada por los
labios.
I
El mar aproxima su huella
y al advenimiento de la sed
trae su canto
ARENA DESVANECIDA
Atrás queda el
puerto,
atrás los seres que
exigieron tu presencia.
No mires,
no contemples tus
temores;
no propicies la sal
que no será tu cuerpo.
Deja que los dioses
se diviertan,
que destruyan sus
zócalos y fortalezas,
que jueguen a
reedificarlo.
Este es el rumbo,
el camino prometido.
Aunque sólo tus
ojos sonrían
y no puedas comprar
nada, acaudalado serás.
Irás a la noche,
déjalo todo.
(Respira profundo y
guarda aire en tus pulmones
pues la lluvia es
irrespirable;
es aquel reguero de
lamentos, agua incendiada)
Hacia el orbe te
diriges y serás grande/
serás nada.
RUTAS
Al principio
los dioses se
devoraban.
Morían y renacían
para dar paso a los hombres.
Nos legaron héroes
y leyendas.
Nos entregaron el
mar;
pero en cuanto
pudimos navegar nos alejamos,
y cuando ardieron
nuestros imperios
los olvidamos
tristemente.
SITIO
Al indicio de la
flama
renuevas la noche.
Fuera de ti
se trama la
conquista.
Desde el asedio
tiemplo los arcos
¿o será el aliento
suficiente
para salvar las
murallas?
ILIÓN
Sitié la ciudad
y la he vencido.
Entré a ella como
un regalo de los
dioses
y tomé sus
riquezas.
Nada tuve,
sólo mi fuerza.
Como un dios
decidí por los
hombres.
Ahora mis naves
invocan el hogar.
Mas, ¿qué me
depara
este mar de agitado
silencio?
ESCILAS Y
CARIBDIS
Es tiempo de partir
ordena el vaticinio.
Hacia profundidades
van los cuerpos;
en ellos, las cartas
para la expedición.
Viejo es el mar
y se complace en el
naufragio.
TELARES
Ahora es inmortal,
se dice la artesana.
La luna
se enclava en los
mástiles.
Hermes vuelve
con su mensaje no
dicho.
La bitácora es el
universo
que desteje:
la noche presa en
los tambores.
Su hijo duerme en
sus manos;
él guiará naves y
derrotas.
Cuán equivocado
está –el sollozo restriñe un hilo–.
¡Marinos,
remonten el mar!
Mengua el mundo,
todo pasa,
no somos infinitos.
CIRCE
La hechicera adereza
sus viandas
y a los llegados el
valor de sus vides ofrece
(torpes en sus
mortales manes
la inquietud
aturrulla sus gargantas).
Saciados,
dentro de sus vacíos
otros espíritus
descansan su lasitud
–nadie toma en
cuenta a los convidados ausentes.
¡Detén la
escudilla que se aproxima a tu boca!
No eres tú quién
instituirá la eucaristía.
Repara en tu
búsqueda,
requiere de tus
hombres en esta noche.
Violenta el lecho de
la sibila
y preña sus copas
de germen cavernario.
Que los hombres que
vengan
alcen cueros en tu
honor
y se alimenten con
carnes de similares hecatombes.
EÓLICA
Seguiste la ruta
trazada
en viejas cartas.
Descifraste códices
primitivos.
A favor de tu
instinto
despertaste la noche
y te regocijaste con
inocentes sirenas.
Perdiste el rumbo,
aceptaste la imagen
del oráculo.
Entonces sucedió la
tormenta,
pero de todo embate
saliste bien librado.
Te hiciste con un
mar
para negar tu
sortilegio.
Los dioses han sido
benévolos contigo
y apartado tienes un
lugar en la gloria.
Mas, debes confesar,
ingenioso rey,
que tú liberaste a
los vientos.
CALIPSO
Calipso: no hay
infinito para los hombres.
Otorga la madera que
ha de morir
llevando sus
pesares.
He hablado a los
vientos
para que hinchen sus
velas,
para que lo lleven
al mundo conocido:
al hijo que busca,
a la mujer que
espera.
POSEIDÓN
Tantos años
y es igual la
deriva.
Este mar cubrió al
mundo
negando a mis velas
el reposo.
¿Para qué estacas
ardientes,
si este océano me
eleva
a mayor oscuridad?
Esta barca es
la incertidumbre del
salitre,
un pueblo a mis pies
que no halla
horizonte,
áncora inevitable.
A otros les
pertenecerá
redimir la travesía;
que se diga
que fui hombre
próspero,
que tuve casa y
descendencia
y un mundo fértil.
Un dios se deleita
en mi osadía.
AUSENCIA DE
ULISES
(Circe y Calipso,
voz a dúo)
Busqué la noche que
hablaba de ti.
Intuí sortilegios y
salvé naufragios;
bordeé sus
misterios.
Desenterré tu
cuerpo para atesorarlo.
Quise darte un
nombre junto al mío
para escapar de las
mareas.
Pero qué tarde nos
encontramos
el ábside
enfurecido quemó las naves.
Esperé entonces al
día
y acallé los
sucesos nocturnos...
(detrás de ese
cielo
está la noche
verdadera,
la noche negra,
la cálida noche de
los dioses;
la noche
inalcanzable)
II
El mar aproxima sus sonidos
(intento asirlo a las palabras
para que el verso vaya por tu cuerpo)
LAMENTO DE ULISES
1.-
Lloraba por ti en el
diluvio.
Entre la tormenta
fui la sangre de estos mares
y mis manos de
niebla acariciaron la tierra.
Mas la distancia
extravió a tu boca
y jamás se escuchó
mi nombre,
ahora
impronunciable.
2.-
Tus manos confunden
la luz,
distancian mareas.
Mi poniente
es la madeja que
desgastas.
Repaso noche a noche
los astros que
vinieron.
Tu rostro se repite
en cada puerto,
pero algo de ti no
tienen esas visiones.
Ahora sé que no
todo nos estaba permitido.
3.-
No soy un dios.
Estos pesares no son
míos.
Este mar no lo ven
mis ojos.
Este cuerpo no es
tuyo ni mío.
Oficia en el telar
sus deseos;
en cada noche que
construyes
surco las ruinas de
un naufragio:
un piélago que
vacía óleos en la arena.
4.-
No hubo pesca
y mis redes están
cansadas.
Oculta el firmamento
mis barcos.
Se acabará la arena
que asola mis pasos
y veré desde mi
gruta tu silencio,
pues hacia ti se
orientarán las agujas
cuando el sur exista
en tu mirada.
Lejos pasan las
aves.
5.-
Jamás encontraré
palabras para morir.
Mis frases conocen
el mar,
el fragor de la
pelea y la muerte de otros.
Mis labios hablan
para mi prole.
Mi boca conjura tu
vientre.
Jamás tendré
palabras para mi muerte
porque en ti está
mi casa,
en ti está lo que
soy
y fortuna
azar o destino
no existen,
porque tú eres la
llama que mueve el universo.
ATARDECER
Tiemblan mis ojos al
mirar
el universo gris que
nos oculta.
Escucho el llanto de
leviatán,
y el astro que miro me mira también,
con su luz hace mucho tiempo muerta.
con su luz hace mucho tiempo muerta.
AUSENCIA DE LA
DIOSA
En la playa que
dibuja mi pie
ya no existes cuerpo
amado.
Ignoro tu placer
esta noche
pero entre mis
agrietadas manos
sostengo el más
ingente de tus recuerdos.
Perdóname la
costumbre senil de burlarnos de la vida.
Soy un hombre,
jamás el dios que
acercará la ambrosía a tu boca,
jamás el peregrino
que entró a tu cueva.
CANCIÓN PARA CIRCE
1.
Podría decir:
“ajena la isla de la que me retiro”,
pero eso es engaño
repetido;
excusa de la carne
para apaciguar el deseo
-certeza que abrasa
como duda,
que arrastra como
frase no dicha-.
Podría contar las
arenas de la noche
pero eso sería
navegar sin comprender las cartas,
porque jamás mi
noche será tu noche;
ni el mar que has
contemplado junto a la tarde, mi mar.
2.
En un lugar tu
rostro despierta soledades
-mi mano persiste en
no saber tocarlo,
en embotarse tanta
frase absurda,
en dibujar trazos de
extinta luz
y áridos árboles
despreciados por inconmovibles aguaceros-.
3.
En mi paciencia
resuena un grito:
tu nombre
extraviando el atardecer
-el sol desgaja
torpemente su soledad-.
¿Cómo intuyes de
tu pie el abismo
para no dejar caer
tus frutos en la ruta?
El día cierra sus
ojos y contempla la noche.
Crudo acontecer:
junto al universo el
grito cesa,
resbala de mis dedos
y descansa en la arena.
El viento despeina
caracolas
y empiezo a
recordarte...
-ya jamás el oleaje
te pronunciará.
NAUSÍCAA
(Nausícaa)
Acuérdate de mí
forastero
allá en tu patria
cuando estés entre los tuyos.
Para tu piel he
dispuesto mi piel,
para tu arrullo, mi
canto.
Para que surques el
mar, la mejor de mis embarcaciones.
Sin embargo vuelvo a
repetir: Quédate.
Pero no te creas
vecino rey
que es porque me
hagas falta,
pues si bien, apenas
te he visto
y difuso entre la
luz de la mañana.
Quédate, digo, para
que cruces conmigo los portales de esta casa,
para darle sentido a
los sueños que te atormentan,
para sosegar
aquellas pesadillas.
Quédate, digo, para
que mi corazón, de pasión, deje de estar inflamado
y más bien en su
interior la semilla de amor crezca.
Quédate, digo, para
sembrar de porvenires tu mirada,
para que cultives en
mí la sabiduría que nutrirá tus postreras horas,
para que llenes el
vacío de tus ojos
con el mundo que he
contemplado antes de tu llegada.
(Ulises)
A tus oídos desde
lejos rogué
y atónito quedé al
mirarte
y piedad te pedí
y a los dioses
supliqué que alcanzaras
todo lo que tu
corazón anhelase
¿Pero soy yo, este
hombre envejecido en el naufragio,
aquel a quién
deseas cubrir con tu voz?
¿Soy yo, reina,
seas mortal o seas diosa,
con quién quieres
vivir tus esponsales?
El mar ha sacudido
mis miembros
y me ha mostrado la
senda del sufrimiento
por la cual van
aquellos a quienes la vida favorece.
Y cercano soy de ti
en este ahora,
en el cual quisiera
detener mis ansias de volver
para establecer mi
morada en la premisa de tus dones,
pues he visto en tus
ojos aquel mundo que prometes
y he sentido en tu
canto las ansias de mi canto.
Pero lejano soy de
otro mundo, cuyos espectros
pueblan mis ojos de
nostalgia;
de un hijo que a
estas horas tendrá quizá tu edad
y de una mujer que
en este día quizás aún me aguarda.
(Nausícaa)
He acatado las
palabras de la diosa
y heme aquí,
estremecida ante tu presencia.
(Ulises)
A ti, que me diste
la vida, a ti esta leyenda debo
y te invocaré en mi
memoria cada día.
(Nausícaa y Ulises,
voces a dúo)
Que no se borre de
mi mente tu rostro
ni me quede apenas
un nombre para recordarte,
que en la playa
quede tu huella,
y, en la noche, la
luz de tus ojos como un faro;
para volver a ti mi
cuerpo si alguna vez
pudiésemos
compartir aquel pasado que nos negamos.
CERCANÍA DE PENÉLOPE
Se puebla de ti mi mirada
y mi boca precipita el arrullo de las horas
sobre la sinuosa calidez de la noche
No quiere mi cielo de tu astro la luz
pero a tu luz mi oscuridad pertenece
Se puebla de ti mi mirada
y te quiero aquí (a bordo de este naufragio)
cabalgando hacia la caída de la tarde
siendo como yo el abismo
siendo juntos el instante
Ahora lo sé (tu silueta traza el horizonte)
y es inútil que mi palabra lo evite:
en tus ojos yacen mis soledades
en tus labios el futuro apetecido
en tu rostro los amaneceres
en tu cuerpo la calma que mi corazón aguarda
en tu voz la poética para conjurar la muerte
en tus pies desnudos la poesía
AUSENCIA DE ULISES II
(Voz de Penélope)
La esencia del mar erige castillos.
Se puebla de ti mi mirada
y mi boca precipita el arrullo de las horas
sobre la sinuosa calidez de la noche
No quiere mi cielo de tu astro la luz
pero a tu luz mi oscuridad pertenece
Se puebla de ti mi mirada
y te quiero aquí (a bordo de este naufragio)
cabalgando hacia la caída de la tarde
siendo como yo el abismo
siendo juntos el instante
Ahora lo sé (tu silueta traza el horizonte)
y es inútil que mi palabra lo evite:
en tus ojos yacen mis soledades
en tus labios el futuro apetecido
en tu rostro los amaneceres
en tu cuerpo la calma que mi corazón aguarda
en tu voz la poética para conjurar la muerte
en tus pies desnudos la poesía
AUSENCIA DE ULISES II
(Voz de Penélope)
La esencia del mar erige castillos.
La tierra se ahoga
en navíos
y el instante emerge
como olas.
Tu reino está
vacío,
tus ojos se agolpan
en las calles
pero no hay rostros
ni frases para el día.
La ciudad que
edificaste
fue cubierta por el
mar.
Sus habitantes
murieron
y los dioses templan
sus atarrayas
donde alguna vez
escribiste tu nombre.
III
El sol, el mar: viejos pasos;
ayes de infinita herida.
La gaviota en los ocasos
gime un adiós: la partida.
La sal, las olas, la arena.
La inmensidad de lo azul
bebe su cóctel de nube.
La muerte, investida cónsul,
por el silencio va, sube.
ALTURAS DE LA ISLA
Cansado el rey cuenta sus ovejas;
el cayado prolonga
su caminar
–el atardecer
invicto prodigado en la ciudad caída-.
Cansado el rey se
sienta en la hierba.
Piensa en el hijo
desconocido,
en la mujer incierta
que lo acompañará el lecho,
y desea por un
momento la juventud de la diosa
(se dice, también,
que morir es bueno).
TÁLAMO
Acude a la mujer que
amas
(aunque su voz a
otro hable)
Ámala, una vez más,
desde lejos
y quédate
engrandecido en tu silencio
Deja en aquel lugar
tus lágrimas
y no vuelvas jamás
por ellas
Ámala, como la vez
primera,
y que su recuerdo
duerma junto a ti ahora
(que tu abrazo no la
encuentre
que no sea
nuevamente cuerpo
por ti sembrado)
AUSENCIA DE PENÉLOPE
Ya nunca más mi casa
ni el descanso en el cuerpo
tantas veces abrazado
ni la sonrisa que acortaba
distancias para llegar a mi sonrisa
ni el beso ni la respiración que tantas noches atrás
tomó de mi aliento para alimentar sus sueños
Ya nunca más nuestra isla
ni la espera ni la anticipación
ni el bailar en una esquina
ni nada de aquello que en lo callado de mi rostro
tanto amabas
Ya nunca más tu voz dando paso a la noche
Viene ahora el silencio de la habitación oscura
el deseo por hacerse y la vida por soñarse
(aquella que se entregará alguna vez bajo los estertores de otras lluvias)
Y tengo miedo
de todo esto que no te importa
(Ya nunca más el destino cierto que fuiste)
Mi universo por ahora se detiene
tu llama en él se apaga
Mi cuerpo desnudo espera a que la luz se encienda
(sabe que no será tuya la mano que traiga el destello)
Es tiempo de habitar el silencio
de quedarse quieto en las pausas
y dejar a las horas hacerse grandes y provechosas
Y así...
ya nunca más tejedora
(Será otra quien hile mi mortaja)
CANTO XXV
Lo más absurdo es
darse cuenta de que el tiempo pasa,
contar las
estaciones y saber el ciclo de los días,
pronunciar: “el
sol es fuerte y secará las ropas”,
y ver las sombras
que aún no llegan a su sitio.SEGUNDO LAMENTO DE ULISES
Sigo
buscando en ti la noche,
la evidencia
que tras la piel aguarda,
el callado
acento que agita las estaciones
y en cada
latido edifica parajes de mar y tiempo;
castillos improbables
que reposan
en el aire de los años,
en las
siluetas que recortan la tarde
sobre las
desnudas piedras del abismo.
En las
sombras un brazo se alarga
hacia una
cabeza volteada al viento,
hasta un
rostro que acaricia
los rastros
de la próxima llovizna.
¿Adviertes el lejano rumor del crepúsculo?
Dice que no existe esta canción si no te pertenece.
ADIÓS DE LA REINA
Caminarás por
esta calle
y los hombres no
sabrán quién eres.
Los dioses miran el
pasar de tus días,
la ruina de tu
belleza.
A ratos, llegan al
muelle
los sueños que
perdiste en el diluvio.
Ahora eres aquel
barco
que naufraga cada
noche.
Lo dejaste todo.
Tu cielo se llenó
de altas torres,
tu mar fue allanado,
y todo pasó,
y tú pasaste.
IV
aquel canto que en la memoria cabe
INVOCACIÓN A LA MUSA
La luz a tus ojos asoma
y en mis retinas proyecta
el simulacro de las horas
En esa apariencia
-acaso incesante y repetida-
renuevo los compromisos
que hice con el lenguaje
En las imágenes
que tus manos gestan
labro el camino de la sombra;
aquella en la que busco sentidos,
el color de la noche,
la temperatura de la piel,
la música de los cuerpos
que los cuerpos trasciende,
el sabor del sexo en la lluvia,
en el mar, en el pavimento y la floresta:
el impulso de la muerte
que nuestras bocas vivifica
Pero por ahora callo,
te entrego este silencio
que mi vida envuelve,
para que tus palabras preludien
la siguiente canción del día
NUEVA ESTACIÓN DE LLUVIA
la forma en la que el mar se alimenta del aguacero
Escuchar conmigo esas voces
que claman desde el horizonte
y cuyos últimos vahídos mueren en la orilla
Caminar conmigo y sentir esta arena bajo tus pies:
la constancia de los reinos desbastados por la pasión
asolados por la codicia hacia la semilla
que sembró el sol en el vientre tibio de la tierra
devastados por la ansiedad de poseer las lágrimas
que soltó la luna cuando se alejó de ella
Al igual que en otros desembarcos
he aquí que tu rostro se repite también en este puerto
pero ya no lloro al mencionarte
Sé que no contemplas el mar ni el aguacero conmigo
ni es mi huella la que acompaña tu huella
cuando en la tarde tus pisadas se pierden
Sé que nuevos reinos se erigen bajo tu tutela
en otras ciudadelas por amor edificadas
¿Otra nave urdirás ahora? ¿Con qué telares?
Envejezco y mi piel se anticipa en volver al polvo
Me ocupo ahora en comerciar los obsequios de los reyes
y los pocos trofeos salvados de la guerra
Y tenías razón:
aunque todos reciten mis historias
nadie me reconoce
y espera cada nueva estación para ungir sus labios
en la obstinada persistencia de sus espejismos
20 AÑOS, TRES MESES, 21 DÍAS
Y la diosa dijo:
¿Te harás a la mar de nuevo?
Tus cabellos se han vuelto plateados,
tu vientre ahora es abultado
y esa vieja caída sobre tu rodilla
duele cuando corres.
¿Expondrás a los vientos tus velas?
No hay buenas barcas en estos días,
los marineros no codician la gloria o el honor
y tus viejos tripulantes
son dolorosos recuerdos.
¿Qué te espera más allá del horizonte?
Adorada diosa -respondí:
En mi universo no existe llama ninguna ahora.
Mis hijos e hijas han crecido
y es mi deber el visitarlos.
Debes saber que amé siempre,
de distintas maneras,
a distintas horas,
con distintos nombres
y en diferentes tierras
pero nunca supe, como ahora, lo qué es amar.
Ahora mi mundo no es mi mundo.
Mi hacienda apenas produce lo necesario para sostenerme.
La abundancia de otrora
es la preocupación por el hambre de mañana.
No existe ya mi casa
y entre sus ruinas pasea Céfiro
ahuyentando alimañas.
Me queda el mar ahora,
aquel mar que me llamó siempre.
Confiaré en el perdón de su dios
y trocaré mis atarrayas por un navío.
Lejos de esta Ítaca
quizás otro mundo florezca para mí
-no lo sé-
pero prefiero intentarlo
y naufragar las veces que fuese necesario.
En cada puerto, en cada reino contaré mi historia a rapsodas ciegos
a los que diré, además,
un nombre que evoque peripecias, vicisitudes y dolor.
Bendice a tu preferido una vez más, oh diosa,
y dame el valor para reunir las palabras
que me salven del olvido.
NUEVAS RUTAS
La palabra resiste
la bruma del aliento,
baja y sube por las
calles,
atraca y parte de
los puertos,
entra por ventanas y
puertas,
zumba en los oídos,
anida en los sueños.
Se sale por los
abiertos ojos al día.
Al pronunciar sombra,
las sombras de sagrados seres
urden mi estertor:
la derrota del
inventariador
que trocó sus
cuadernos en lascivos manes.
El viento aúlla
sobre la ciudadela
y el rumor conjura
“vuelve al mar de
tus perdidos héroes...”
¡Cuánta frase
maltrecha dispuesta en el desamparo!
¡Cuánta intención
de un verso que no podría ser!
La palabra se
encuentra ante el día,
alcanza a decir luz
y las luces de eternas noches
proclaman su
esplendor violeta.
No. No podremos ser
vigías:
el tiempo es la
sentencia por no saber vivir,
por conjeturar
nuestra ubicación el día de mañana.
Guayaquil,
ciudad-puerto, julio de 1997 – diciembre de 2020